Mi padre siempre se ha acostumbrado a dejar a las mujeres insatisfechas. Eso lo hizo con mi padre y con un par de mujeres que tuvo después. Todo esto lo entendí después de que me fui a vivir con él estando grande. Por eso, decidí que no lo iba a permitir con mi madrastra. Ella era una madura puta de perfectas tetas que no merecía estar triste por un hombre como él. Por ello, cuando yo me enteré que no le daba su polla todos los días, decidí ofrecerle la mía para que se sintiera feliz. Quería que ella disfrutara de unos buenos besos ardientes, de unas buenas lamidas de coño y que sobretodo, se sintiera como una jovencita de nuevo. Ahora bien, si buscas una confesión de mi parte... ¡ES EL COÑO MÁS DELICIOSO Y JUGOSO QUE ME HE COMIDO! La volvería a follar todos los días así mi padre se entere.
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